Socavando lo PUBLICO

Ha llegado a mi correo una convocatoria un tanto extraña y peculiar de movilización contra organizaciones sociales.
A mis 57 años a la espalda, conocida la historia reciente de España desde la Dictadura hasta hoy, sé que la Democracia que vivo es sólo el menos malo de los sistemas políticos; con sus imperfecciones, garantiza hasta hoy unas libertades y unos derechos que hacen posible la convivencia entre quienes pensamos legítimamente de distinta manera.
Atrás quedaron para el recuerdo las prohibiciones sobre el derecho de opinión y de expresión. Aún recuerdo cuando a mis 16 años podía ser detenido por “los grises” si tenía una simple octavilla contraria al Régimen.
Pero la vida sigue y la confrontación política, con sus oscuros intereses y sus poderosos medios, nos lleva en ocasiones a radicalismos excluyentes de quienes piensan de distinta manera. Así, la información se maneja en una u otra dirección como poder manipulador de las voluntades ciudadanas. Hoy, Internet supone un cierto coto a ese poder manipulador al facilitar, de momento y parcialmente, el contraste de la información.
El Mercado, dueño de los medios de comunicación, y sus socios políticos han decidido que somos los trabajadores los culpables de nuestros males. Su incansable y reiterada consigna de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades pretende acallar la acusación de su desmedida ambición especulativa y su absoluto poder sobre nuestras vidas. Es su lógica respuesta a la denuncia social del “NO nos representan” que el más mínimo sentido democrático del ciudadano que se cree con Derechos reprocha a los poderosos: mercaderes y gobernantes.
Esos poderosos, disfrazados de patriotas, nos declaran “culpables” y nos condenan a recortes de todo tipo. Sus ajustes económicos son los recortes a nuestro derecho al trabajo digno, a la vivienda, a la educación y la sanidad públicas, la ayuda a la dependencia,… Cuando nos aplican un recorte del x% a todos los españoles, a unos les afecta en sus capitales e intereses y a la mayoría en nuestro plato de comida diario. Si nuestras representaciones minoritarias proponen otra cosa, su rodillo las aplasta; si salimos a la calle pacíficamente nos ignoran; si, cabreados, quemamos un contenedor nos llaman extremistas. Ahora, esos poderosos patriotas quieren incluso condenar mi resistencia pasiva.
La dignidad humana, sometida anteriormente a Dios, hoy lo está a los Mercados, ambos socios necesarios de los poderosos patriotas.
Jamás he visto una movilización contra organizaciones sociales; sí he visto actuaciones judiciales contra actos delictivos. Pues bien, ahora unos cobardes que no se identifican pretenden declarar culpables a CCOO y UGT y, dada su cobardía e incapacidad, me llaman para que les preste mi fuerza contra ellos argumentando que son los grandes ladrones y defraudadores que han llevado mi país y mi casa a la ruina. No me convocan a las puertas de los grandes evasores fiscales, de los banqueros ambiciosos, de los políticos corruptos, de las grandes fortunas que derrochan a pesar de mi hambre… No, han sentenciado que los culpables son CCOO y UGT, sindicatos mayoritarios a extinguir que junto a otros muy dignos sindicatos minoritarios le hemos hecho la primera huelga a un Gobierno mayoritario antes de sus primeros 100 días.
“Público” es cuanto pertenece al pueblo (RAE) y públicas son nuestras organizaciones sindicales, sin necesidad de que yo sea afiliado a ellas, como tampoco lo soy a ningún partido político.
Los poderosos patriotas están cabreados; buen signo porque significa que aún tenemos fuerza, no somos una sociedad vencida. No soy de UGT, abandoné CCOO; pero mi vista cansada aún distingue lo blanco de lo negro.
(Artículo extraído del espejo de mi baño para no olvidar nunca que la dignidad y los principios no cotizan en Bolsa sino en el espacio público donde vivo)
A mis 57 años a la espalda, conocida la historia reciente de España desde la Dictadura hasta hoy, sé que la Democracia que vivo es sólo el menos malo de los sistemas políticos; con sus imperfecciones, garantiza hasta hoy unas libertades y unos derechos que hacen posible la convivencia entre quienes pensamos legítimamente de distinta manera.
Atrás quedaron para el recuerdo las prohibiciones sobre el derecho de opinión y de expresión. Aún recuerdo cuando a mis 16 años podía ser detenido por “los grises” si tenía una simple octavilla contraria al Régimen.
Pero la vida sigue y la confrontación política, con sus oscuros intereses y sus poderosos medios, nos lleva en ocasiones a radicalismos excluyentes de quienes piensan de distinta manera. Así, la información se maneja en una u otra dirección como poder manipulador de las voluntades ciudadanas. Hoy, Internet supone un cierto coto a ese poder manipulador al facilitar, de momento y parcialmente, el contraste de la información.
El Mercado, dueño de los medios de comunicación, y sus socios políticos han decidido que somos los trabajadores los culpables de nuestros males. Su incansable y reiterada consigna de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades pretende acallar la acusación de su desmedida ambición especulativa y su absoluto poder sobre nuestras vidas. Es su lógica respuesta a la denuncia social del “NO nos representan” que el más mínimo sentido democrático del ciudadano que se cree con Derechos reprocha a los poderosos: mercaderes y gobernantes.
Esos poderosos, disfrazados de patriotas, nos declaran “culpables” y nos condenan a recortes de todo tipo. Sus ajustes económicos son los recortes a nuestro derecho al trabajo digno, a la vivienda, a la educación y la sanidad públicas, la ayuda a la dependencia,… Cuando nos aplican un recorte del x% a todos los españoles, a unos les afecta en sus capitales e intereses y a la mayoría en nuestro plato de comida diario. Si nuestras representaciones minoritarias proponen otra cosa, su rodillo las aplasta; si salimos a la calle pacíficamente nos ignoran; si, cabreados, quemamos un contenedor nos llaman extremistas. Ahora, esos poderosos patriotas quieren incluso condenar mi resistencia pasiva.
La dignidad humana, sometida anteriormente a Dios, hoy lo está a los Mercados, ambos socios necesarios de los poderosos patriotas.
Jamás he visto una movilización contra organizaciones sociales; sí he visto actuaciones judiciales contra actos delictivos. Pues bien, ahora unos cobardes que no se identifican pretenden declarar culpables a CCOO y UGT y, dada su cobardía e incapacidad, me llaman para que les preste mi fuerza contra ellos argumentando que son los grandes ladrones y defraudadores que han llevado mi país y mi casa a la ruina. No me convocan a las puertas de los grandes evasores fiscales, de los banqueros ambiciosos, de los políticos corruptos, de las grandes fortunas que derrochan a pesar de mi hambre… No, han sentenciado que los culpables son CCOO y UGT, sindicatos mayoritarios a extinguir que junto a otros muy dignos sindicatos minoritarios le hemos hecho la primera huelga a un Gobierno mayoritario antes de sus primeros 100 días.
“Público” es cuanto pertenece al pueblo (RAE) y públicas son nuestras organizaciones sindicales, sin necesidad de que yo sea afiliado a ellas, como tampoco lo soy a ningún partido político.
Los poderosos patriotas están cabreados; buen signo porque significa que aún tenemos fuerza, no somos una sociedad vencida. No soy de UGT, abandoné CCOO; pero mi vista cansada aún distingue lo blanco de lo negro.
(Artículo extraído del espejo de mi baño para no olvidar nunca que la dignidad y los principios no cotizan en Bolsa sino en el espacio público donde vivo)